Tos ferina
La tos ferina (a veces conocida como “pertusis”) es una infección del sistema respiratorio causada por la bacteria Bordetella pertussis (o B. pertussis). Afecta mayoritariamente a lactantes menores de 6 meses que no están protegidos por la vacuna correspondiente y a niños de 11 a 18 años cuya inmunidad se ha empezado a desvanecer.
La tos ferina causa fuertes ataques de tos, que a veces terminan con un sonido aspirado o sibilante que emite el niño al inspirar.
Antes de que estuviera disponible la vacuna, en EE.UU. morían anualmente unas 9.000 personas al año a consecuencia de esta enfermedad. Ahora, la vacuna contra la tos ferina ha reducido la cifra de muertes anuales a menos de 20. Pero en los últimos años la cantidad de casos de tos ferina ha empezado a aumentar. En el año 2012, los casos de tos ferina crecieron hasta casi 50.000, la cantidad más alta desde la década de 1950.
Signos y síntomas
Los primeros síntomas de la tos ferina son similares a los de un resfriado común:
- moqueo nasal
- estornudos
- tos leve
- fiebre leve
Al cabo de una a dos semanas, la tos seca e irritativa se transforma en ataques de tos. Durante un ataque de tos, que puede durar más de un minuto, el niño puede ponerse rojo o morado. Al finalizar el ataque, es posible que el niño emita el ruido de aspiración característico al inspirar o que vomite. Entre ataques de tos sucesivos, el niño se suele encontrar bien.
Aunque muchos lactantes y niños pequeños con tos ferina desarrollan tanto los episodios de tos característicos como el sonido aspirado que los acompaña, no todos los afectados lo hacen. Y, a veces, los bebés no tosen ni emiten el sonido aspirado como hacen los niños mayores. Un lactante con tos ferina puede jadear, como si le faltara el aire para respirar, se le puede enrojecer la cara y hasta puede llegar a dejar de respirar (lo que se llama “apnea”) durante unos pocos segundos en cada ataque de tos.
Los adultos y los adolescentes con tos ferina pueden presentar síntomas más leves o distintos, como tos prolongada (en vez de ataques de tos) o tos sin el sonido aspirado final.
Contagio
La tos ferina es muy contagiosa. La bacteria pasa de una persona a otra a través de diminutas gotas de fluido procedentes de la nariz o de la boca de una persona infectada. Estas gotas pueden ser aerotransportadas cuando la persona tose, estornuda o se ríe. La gente se puede infectar al inhalarlas o si las gotas entran en contacto con sus manos y luego se toca la boca o la nariz.
Las personas infectadas son más contagiosas durante las primeras etapas de la enfermedad hasta aproximadamente 2 semanas después del inicio de la tos. Los antibióticos acortan el período de contagio a 5 días desde el inicio del tratamiento.
Prevención
La tos ferina se puede prevenir con la vacuna correspondiente, que forma parte de la vacuna DTPa (difteria, tétanos, y tos ferina acelular).
La he vacuna DTPa se aplica sistemáticamente en cinco dosis antes de que el niño cumpla seis años. Para permitir una protección adicional en el caso de que se desvanezca la inmunidad, los expertos recomiendan que los niños de 11 a 18 años reciban una dosis de refuerzo de una nueva vacuna de combinación (denominada “Tdpa”), idealmente cuando tengan 11 o 12 años.
La vacuna Tdpa es similar a la vacuna DTPa, pero con concentraciones menores del toxoide de la difteria y del tétanos. También se puede administrar a los adultos que no se hayan vacunado durante la adolescencia o la pre-adolescencia. La vacuna también se recomienda a todas las mujeres embarazadas durante la segunda mitad del embarazo, independientemente de que ya se hayan vacunado antes o de cuándo se hayan vacunado.
Recibir esta vacuna es especialmente importante para aquellos adultos que conviven o están en contacto frecuente con lactantes, porque estos últimos pueden desarrollar complicaciones de la tos ferina graves y de riesgo vital. La inmunidad de un adulto a la tos ferina disminuye con el tiempo, de modo que, si usted se vacuna y se protege contra esta infección, también ayudará a proteger a su hijo de esta enfermedad.
Como ocurre con todos los programas de vacunación sistemática, existen importantes excepciones y circunstancias especiales. El médico de su hijo dispondrá de la información más actualizada al respecto.
La gente que vive o que está en contacto frecuente con una persona con tos ferina debe recibir antibióticos para impedir el contagio, incluso aunque ya se haya vacunado contra esta enfermedad. Es posible que los niños pequeños que todavía no hayan recibido las cinco dosis de la vacuna necesiten una dosis de refuerzo si se exponen a un familiar infectado.
Incubación
El período de incubación (el tiempo que trascurre desde la infección hasta la aparición de los síntomas) de la tos ferina suele ser de 7 a 10 días, aunque se puede alargar hasta los 21 días.
Duración
La tos ferina suele causar síntomas de larga duración: una a dos semanas de los síntomas propios del resfriado común seguidas de hasta tres semanas de tos fuerte.
La última etapa de la enfermedad supone unas pocas semanas más de recuperación, donde los síntomas van desapareciendo de forma gradual. En algunos niños, el período de recuperación puede durar hasta varios meses.
Tratamiento profesional
Si sospecha que su hijo podría tener tos ferina, llame al médico. Para poder hacer un diagnóstico, el médico elaborará los antecedentes médicos del niño, le hará un examen físico completo y tomará muestras de sus mucosidades de nariz y garganta para que las analicen en un laboratorio. También es posible que el médico pida un análisis de sangre y una radiografía de tórax.
La tos ferina se trata con antibióticos. Muchos expertos consideran que los antibióticos son mucho más eficaces para acortar la duración de la infección si se administran durante la primera etapa de la enfermedad, antes de que se inicien los ataques de tos. Pero los antibióticos son fundamentales, incluso si se empiezan a administrar más tarde, porque permiten detener el contagio de la enfermedad. Pregunte al médico de su hijo si los demás miembros de la familia deberían tomar antibióticos preventivos o recibir dosis de refuerzo de la vacuna de la tos ferina.
Algunos niños con tos ferina necesitan tratamiento hospitalario. Los bebés y los niños pequeños tienen más probabilidades de ser hospitalizados porque presentan un mayor riesgo de desarrollar complicaciones, como la pulmonía. La tos ferina puede llegar a ser de riesgo vital en los lactantes menores de 6 meses de edad, que casi siempre deben recibir tratamiento hospitalario.
Otras posibles complicaciones de la tos ferina incluyen las dificultades para respirar, los episodios de apnea, la necesidad de recibir oxígeno (sobre todo, durante los ataques de tos), y la deshidratación.
Durante la hospitalización, es posible que sea necesario aspirar las secreciones del niño para despejar sus vías respiratorias. Se le controlará atentamente la respiración y, en caso necesario, se le administrará oxígeno. Si el niño presenta signos de deshidratación o tiene dificultades para comer, se le pueden administrar líquidos por vía intravenosa (VI). Se adoptarán las precauciones necesarias para evitar el contagio de la enfermedad a otros pacientes, miembros del personal hospitalario y visitantes.
Tratamiento en casa
Si su hijo está recibiendo tratamiento para la tos ferina en casa, adminístrele los antibióticos exactamente como se lo haya indicado el médico. Lo más probable es que la administración de un medicamento contra la tos no le ayude, porque ni siquiera los medicamentos más fuertes alivian los ataques de tos propios de la tos ferina. De hecho, la tos es el mecanismo del organismo para intentar despejar las vías respiratorias. (Debido a sus posibles efectos secundarios, los medicamentos contra la tos, no se recomiendan nunca a niños menores de 6 años.)
Durante el proceso de recuperación, deje que su hijo descanse en cama. Utilice un vaporizador de vapor frío para aliviarle la irritación de pulmones y vías respiratorias. (Asegúrese de seguir las instrucciones de uso para mantenerlo siempre limpio y evitar la formación de moho). Asimismo, mantenga su casa libre de sustancias irritantes que pueden provocar ataques de tos, como los espráis en aerosol; el humo del tabaco; y el humo de la cocina, las chimeneas y las estufas que utilizan madera como combustible.
Los niños con tos ferina es posible que vomiten y/o que no coman ni beban mucho debido a la tos. Por lo tanto, ofrezca a su hijo a menudo raciones reducidas de comida y anímelo a beber abundantes líquidos. Esté pendiente de los signos de deshidratación, como sed, irritabilidad, inquietud, somnolencia y apatía, ojos hundidos, boca y lengua secas, piel seca, llanto sin lágrimas y reducción de las visitas al baño para orinar (en los bebés, menor cantidad de pañales mojados).
Cuándo llamar al médico
Llame al médico si sospecha que su hijo puede haber contraído una tos ferina o si ha estado en contacto con alguna persona que la padece, incluso aunque ya haya recibido todas las vacunas programadas contra esta enfermedad.
Esto es especialmente importante si su hijo tiene ataques de tos prolongados y:
- la tos hace que la piel y/o los labios se le pongan colorados, morados o azules
- van seguidos de vómitos
- van acompañados de un sonido sibilante o aspirado después de toser
- tiene dificultades para respirar o parece tener breves episodios donde deja de respirar (apneas)
- parece aletargado (somnoliento y apático)
Si su hijo ya ha recibido un diagnóstico de tos ferina y está recibiendo tratamiento en casa, pida ayuda médica de inmediato si tiene dificultades para respirar o si presenta signos de deshidratación.